En el #DíaDeLaMadre, presentamos la historia de Carmencita Cúmez. Originaria de San Juan Comalapa, es Presidenta Municipal de CONAVIGUA, artesana textil, madre de tres hijos y mujer líder en la búsqueda de las personas desaparecidas. Con mucho esfuerzo y trabajo logró salir adelante con sus hijos luego de que su esposo, Felipe Poyón, fuera desaparecido en 1981. Ella tiene la esperanza de encontrar a su esposo y desde CONAVIGUA asiste a otras familias en la búsqueda de sus seres queridos.
“Después del secuestro de Felipe (8 de mayo de 1981), empecé a luchar. Siempre en mi trabajo de artesanía haciendo mis tejidos: Monederos, tapetes, fajas, servilletas y huipiles. Buscaba la forma de sostener a mis hijos. En ese momento estaba muy traumada por todo lo que pasó de la violencia, el miedo.
Estuve trabajando en la Ciudad de Guatemala, Antigua, y Santa Apolonia. En Guatemala trabajé con unos sacerdotes, ayudando en la cocina y lavando ropa. En Antigua cuidé a unos niños. Luego fui a otra casa, pero me discriminaron mucho. Me fui a Santa Apolonia, también cuidando a niños, pero me dijeron que no se podían quedar mis hijos conmigo. Buscamos donde se iban a quedar Julia y Carlos. Yo ya no hallaba qué hacer, así que interné a mi hijitos en San Juan Sacatepéquez. Carlos tenía 3 años cuando lo interné en un Hogar del Niño hasta su 5to. grado de primaria. A Julia la interné en el Hospital de Antigua, donde estuvo 14 años. Allí se graduó. Sólo Rosenda estuvo conmigo, porque era muy pequeña. Todo ese sufrimiento que pasaron ellos y pasé yo, fue por el secuestro de él.”

“Cuando éramos jóvenes con Rosalina (Tuyuc), empezamos la lucha. Ingresé a CONAVIGUA (Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala) en 1990 y sigo en CONAVIGUA como Presidenta Municipal desde el 2017. El primer trabajo de CONAVIGUA fue contra el militarismo. Recuerdo cuando íbamos a las manifestaciones y concentraciones. Llevábamos a nuestros hijos chiquitos, caminando todas esas calles de la ciudad.
Recuerdo esa participación y cómo nos ha ayudado CONAVIGUA. Aprendí a conocer y defender mis derechos y la participación de la mujer. Nos ayudó con capacitaciones y organización. Aprendí a viajar, porque antes tenía miedo de salir, aún en Chimaltenango. También nos ha ayudado a la salud mental. Entramos muchas mujeres viudas, víctimas del Conflicto Armado Interno, todas enfermas de diferentes formas. Gracias a que nos formamos y sanamos, después fuimos promotoras de salud y así comenzamos a trabajar con las familias de víctimas. Me ayudó mucho ayudar a otras familias.”

“Cuando llegó aquí (San Juan Comalapa) el trabajo de las exhumaciones, hablamos con las familias. A pesar de todo el miedo, como mujeres activas pudimos reunir a siete mujeres y dar la denuncia en el Ministerio Público. Recuerdo cuando empezó la exhumación en Comalapa conjuntamente con la FAFG. Cuando los arqueólogos estaban en la fosa, nosotros estábamos con ellos. Todas las familias se organizaron en 8 grupos, a cada grupo le tocaba hacer el almuerzo y aunque era sencillo el almuerzo nunca nos rechazaron, ellos siempre lo aceptaron, comieron con toda confianza. Desde allí, fuimos como hermanos con ustedes. Estuvimos dos años del 2003 al 2005, en la exhumación del Antiguo Destacamento Militar Palabor.
Tengo la esperanza que un día voy a encontrar a Felipe. Y más con ese examen de ADN, tengo mucha confianza. Creo con todo mi corazón que sí hay posibilidad. El regreso de los seres queridos que están en Paisajes de la Memoria (Memorial de las Víctimas de Desaparición Forzada), nos motivó más para seguir adelante. Lo que yo pido es mi salud para seguir luchando hasta encontrar a mis seres queridos.”